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Violencia contra mujeres y niñas

"Todas las mujeres y las niñas tienen derecho a una vida libre de violencia". - António Guterres, secretario general de la ONU

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Vivir sin violencia ni discriminación es un derecho humano fundamental. Además, es una necesidad para lograr una paz y un desarrollo sostenibles en todo el mundo. Sin embargo, todos los días, las mujeres y las niñas se enfrentan a la violencia y la discriminación debido a su género. De acuerdo con el Informe Global sobre la Trata de Personas (2018, TIP, por sus siglas en inglés), el “72% de las víctimas de la trata detectadas en todo el mundo pertenecen al género femenino”.  La pandemia, entre otros factores, trajo aparejada la disminución del número de víctimas detectadas a nivel mundial por primera vez desde que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito recopila información, hace más de veinte años (2022, TIP, pág. 17).  Sin embargo, Ghada Waly, directora ejecutiva de UNODC, señaló que “hay pocas pruebas que sugieran que la amenaza de este delito haya disminuido con el descenso de víctimas detectadas, y muchas razones para temer que el Covid, las crisis, los conflictos y la emergencia climática estén aumentando los riesgos de trata,” según el Prefacio de su autoría a la séptima edición del Informe Global, escrito en inglés,­ que se ha publicado desde el 2009 (TIP, 2022, pág. 7).

La trata con fines sexuales y la explotación sexual son formas claras de violencia y discriminación basadas en el sexo y en el género, que se producen a causa de esta violencia y discriminación y, al mismo tiempo, las perpetúan. Los traficantes sexuales se aprovechan de los más vulnerables y marginados entre nosotros: mujeres y niñas jóvenes, en su mayoría de color, pobres, sin hogar, de clase socioeconómica o casta baja, que ya han sufrido abusos sexuales y violencia, a menudo a una edad temprana, y que carecen de opciones en la vida.

La mayoría de las víctimas de la trata de personas son mujeres y niñas. Aunque algunas son objeto de trata con fines de trabajos forzados, tales como empleadas domésticas, en fábricas o en campos agrícolas, la mayoría son explotadas en el comercio sexual, sobre todo en la prostitución. Allí sufren violencia, tanto física como psicológica, a manos de sus explotadores: traficantes, proxenetas, dueños de burdeles y los hombres que las compran.

Los traficantes del sexo y los proxenetas, que muy a menudo son la misma persona, ejercen diversos modos de “condicionar” a sus víctimas. Al principio suelen recurrir al romance, haciéndose pasar por novios (conocidos como “enamorados”, “amantes”, proxenetas o tratantes “Romeo”) y, posteriormente, utilizan tácticas abusivas y someten a sus víctimas a muchas formas de violencia, tales como violación individual y en grupo, abusos físicos, inanición, palizas, confinamiento, amenazas de violencia contra la víctima y su familia, consumo forzado de drogas y alcohol, tortura y vergüenza. Las sobrevivientes del comercio sexual también han declarado que, con frecuencia, los compradores sexuales abusaron de ellas, causándoles heridas que tardaron en cicatrizarse o, incluso, que dejaron secuelas permanentes. Las mujeres y las niñas compradas y vendidas en el comercio sexual suelen sufrir trastorno de estrés postraumático, ansiedad, disociación e ideación suicida. Algunas se suicidan; otras, mueren muy jóvenes.

El comercio sexual es causa y consecuencia de la violencia y discriminación contra mujeres y niñas. La trata sexual es uno de los vehículos que las lleva allí; la desesperación económica y la falta de oportunidades es otro.

Con el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena de 1949, la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y el Protocolo contra la Trata de Personas de la ONU, el derecho internacional ha establecido que la trata sexual, la explotación sexual y la explotación de la prostitución ajena son delitos —especialmente cometidos contra mujeres y niñas— que los gobiernos deben abordar con urgencia.

En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados miembros de la ONU no solo reconocieron sus compromisos en virtud del derecho internacional, sino también coincidieron en la necesidad de eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres como parte esencial del desarrollo mundial sostenible. Entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda, el 5to. objetivo insta a los gobiernos a lograr la igualdad de género, y su meta 5.2 se centra en la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. Con el reconocimiento de que la trata y la explotación sexual afectan especialmente a las mujeres y las niñas, la meta 5.2 destaca la trata y la explotación sexual como formas específicas de violencia de género que deben erradicarse.

 

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