“Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen [como] base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana...”. - Declaración Universal de Derechos Humanos, Preámbulo
Tweet ThisAdoptada a la luz de las experiencias de la Segunda Guerra Mundial y bajo el liderazgo de Eleanor Roosevelt, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) es la expresión mundial escrita de los derechos inherentes a todas las personas por el solo hecho de nacer. Ratificada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de la ONU en su tercera sesión, la DUDH es la piedra angular del derecho internacional de los derechos humanos del siglo xx.
Aunque no es jurídicamente vinculante, la DUDH es una afirmación mundial de que todo ser humano tiene derechos inalienables, iguales e indivisibles, independientemente de su sexo, raza, clase o religión. Nos dice que tenemos derecho a vivir con dignidad, con integridad corporal y libres de violencia y discriminación, entre otros muchos derechos.
La trata de personas en todas sus formas es una violación extrema de los derechos humanos. Se basa en la violencia, la negación de la libertad y el abuso de poder. Arraigado en la misoginia, el racismo y otros sistemas de desigualdad, el comercio sexual se aprovecha de las personas más frágiles y vulnera sus derechos más básicos con fines lucrativos. La trata y la explotación sexual vulneran especialmente los derechos de las mujeres y las niñas, por ser ellas quienes padecen las consecuencias de estos delitos, por el hecho de ser mujeres y niñas. El multimillonario y expansivo comercio sexual es uno de los perpetradores de estas violaciones de derechos humanos. Sus pilares —traficantes, proxenetas, propietarios de burdeles, compradores de sexo— llevan a cabo actos extremos de violencia, tanto física como psicológica, en su mayoría contra mujeres y niñas, a las que compran y venden. Se aprovechan de sus vulnerabilidades, al violar a diario la dignidad inherente y la integridad corporal de esas mujeres y niñas, tratándolas como objetos sexuales, que los hombres pueden comprar para generar beneficios y sostener el comercio sexual.
Las mujeres y las niñas no son mercancías, sino seres humanos cuyos derechos los gobiernos están obligados a defender.