La trata de personas funciona según los principios de mercado de la oferta y la demanda. El incentivo es obtener ganancias. Las reglas básicas de la economía nos dicen que cuanto mayor es la demanda de un bien o servicio, mayor debe ser la oferta de ese bien o servicio, para satisfacer esa demanda. La trata de personas con el fin de obtener mano de obra se nutre de la demanda de bienes baratos y de la mano de obra forzada que abarate los costos de producción. La trata sexual se basa en la demanda de prostitución. Los proxenetas y traficantes venden en su inmensa mayoría mujeres y niñas a hombres para actos sexuales. Sin compradores de sexo, que casi siempre son hombres, proxenetas, tratantes y otros explotadores no tendrían un mercado a través del cual explotar sexualmente con fines comerciales a seres humanos. La demanda sostiene el comercio sexual y alimenta la trata con fines sexuales.

La inmensa mayoría de las mujeres y niñas prostituidas de todo el mundo son de color, proceden de comunidades marginadas, no tienen hogar o están al cuidado del Estado, son de clase socioeconómica o casta baja, tienen antecedentes de abuso sexual, incesto y violencia sexual, y carecen de opciones y alternativas en la vida. Los hombres que las compran, sin embargo, disponen de los ingresos necesarios para comprarlas con el fin de prostitución. Además de estar alimentado por las desigualdades sexuales y de género, el comercio sexual también se nutre de la discriminación económica, racial y étnica.

La demanda está en el centro de todos los tipos de trata de personas. Sin demanda, no habría necesidad de una oferta ilícita procurada por los tratantes. El derecho internacional así lo reconoce en el artículo 9.5 del Protocolo contra la Trata de Personas de la ONU y pide a los estados que adopten medidas jurídicas y políticas, que contribuirán para terminar con la demanda que conduce a la trata de personas en todas sus formas.

Solo podremos acabar con la compraventa de mujeres y niñas con fines de explotación sexual si nos centramos en la demanda masculina de prostitución. Esto reducirá el mercado, eliminando los incentivos de lucro que impulsan a los traficantes sexuales y evitando la explotación de más mujeres y niñas en el comercio sexual. En última instancia, el objetivo final a largo plazo es eliminar el daño perpetuado por el comercio sexual acabando con el propio comercio.